Realmente era temerosa y
sensible y no era para menos, tener hipersensibilidad al movimiento es algo que
genera mucho miedo, te sientes insegura todo el tiempo, es una sensación de vacío
que percibes en la boca del estómago, como si todo el tiempo te fueras a caer.
Imagínense lo que es para un
niño tener inseguridad gravitacional y torpeza motora cada vez que corres
sientes que te caes y de hecho te pasa, terminas en el suelo. No coordinas bien
tus movimientos; tus movimientos son torpes, con poca precisión y tus
reacciones protectoras se tardan en aparecer, sin darte cuenta, terminas
derramando las bebidas.
Y eso no es todo, lo más difícil
son las frases desalentadoras de los demás, eso te hace sentir peor, como si
fueras un completo desastre, sientes que hagas lo que hagas, lo harás mal,
porque todo te sale mal, pareces necesitar ayuda todo el tiempo y el
desconocimiento de los demás sobre lo que te sucede resulta ser devastador y
empiezas aceptar que no eres lo suficientemente bueno, que es mejor no
intentarlo.
Recuerdo cuando estaba en
primaria, siempre me costaba mucho realizar las rutinas de educación física,
esos saltos coordinados separar las piernas al mismo tiempo que tenía que aplaudir;
era todo un reto para mí, siempre me perdía. No fue hasta la universidad, que
logre dominarlo y como siempre me gustó el baile, me metí en un grupo de danza
y era muy buena, mi coordinación había mejorado muchísimo, a pesar de sentirme
que no lo hacía bien y todos me observaban, con todo el temor del mundo de
hacer el ridículo, no deje de intentarlo, me sentía como un robot de lo rígida
que me ponía por los nervios que tenía, pero todos me decían que lo hacía muy
bien, esa aprobación me alentaba, la verdad no estaba tan convencida en aquel
tiempo de lo buenos que eran mis movimientos pero no deje de intentarlo, estaba
segura de algo, que tenía que seguir intentando, intentando e intentando las
veces que fueran necesarias y creo que eso es lo que significa tener desafíos
sensoriales con dificultades en la coordinación y atención lo cual me llevaron
a desarrollar mi resiliencia, a nunca darme por vencida, a ir descubriéndome
cada día más de lo que era capaz, de lograr a través de mis habilidades y capacidades,
aun cuando la crítica externa era algo que me afectaba, porque ser la niña
torpe, distraída e insegura que todos los que están a tu alrededor notan no es
algo fácil de digerir.
De algún modo, me las
ingenie para lograr ser una excelente estudiante, no era muy buena con los movimientos
en aquel tiempo pero si era muy buena observando, escuchando y analizando, me
esforzaba el doble en matemáticas y castellano que el resto de mis compañeros
por mi dislexia y disortografia pero lograba pasar las materias con puntajes
altos, excepto castellano, esa creo que siempre la pasaba con una calificación
promedio, así que no pretendo excusarme pero si encuentran algo o muchos
errores por aquí, me disculpo, aún sigo aprendiendo sobre las reglas ortográficas,
gramática y demás...
Acepto sugerencias, ya las críticas
no me afectan como antes, ahora sé que lo que los demás dicen de ti, tiene
que ver más con ellos mismos que con aquel a quien señalan despectivamente.
Antes de terminar, con este
relato quiero darte las gracias por llegar hasta aquí. Y ser parte de esta comunidad,
me alegra que cada día sean más las personas dispuestas a entender el
neurodesarrollo y el comportamiento humano, la conducta infantil. Un niño (a)
necesita sentirse comprendido, alentado, apoyado para desarrollar su
autoconfianza, autoestima y sus habilidades.
De niña mi mayor motivación
fue entenderme a mí misma y a los demás. Y es por eso, que quise inaugurar este
espacio pensado y creado para ustedes con una historia personal, fuente de mi
inspiración para sumarles cada día más.
De nuevo, gracias, gracias,
gracias.
Lo mejor para ti hoy y siempre.
Autor: Yura Mendoza Berrio
Fuente de imagen: Con tecnología de Adobe Photoshop
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